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Nuestro enfoque

La creación de las llamadas “universidades del bicentenario” implicó una profundización de un largo ciclo de despliegue de un modelo de desarrollo centrado en el conocimiento, que, a pesar de quiebres y contradicciones, es una forma la política pública con consenso y continuidad en la Argentina. Tanto si se observa desde la óptica redistributiva de generar y garantizar el acceso de las clases populares a la educación superior como un derecho humano en aras de la movilidad social ascendente, o si se observa desde la lógica del potencial de la educación superior de generar procesos de agregación de valor en una economía tradicionalmente primarizada hay una pregunta que emerge como pertinente y ordena las múltiples problemáticas que explican la necesidad de repensar continuamente la educación superior: ¿Qué capacidad tangible aporta la educación superior al desarrollo sostenido de nuestro pueblo?

El inmenso esfuerzo social que cada una de nuestras, nuestros, nuestres compatriotas, han puesto indirectamente (en el financiamiento de la educación superior) y directamente (como sacrificio cotidiano, denodado, colectivo) para sostener, como posible, cada trayectoria socioeducativa, debe tener un correlato mensurable; para que, en su proceso de reflexión, se hagan posibles propuestas, se visualicen tendencias y se perfilen prospectivas.

Aún más si se tiene en cuenta que la distinción de la oleada de universidades creadas en las últimas tres décadas han tenido como principio la realización tanto de la aspiración hacia una movilidad social ascendente y una agregación de valor en clave de desarrollo territorial local, descentralizado y autónomo. La distribución espacial de las universidades del Conurbano, la diversificación de modelos de desarrollo universitario (alejándose de modelo de “Mega Universidades Centrales”) le imprime a la necesidad de reflexión sobre la educación superior un aspecto primordial: ¿Qué capacidad tangible han tenido las universidades territorializadas en aportar al desarrollo local con inclusión social?

Reflexionar sobre la medición del impacto social, económico y cultural de una universidad en el territorio implica por supuesto la métrica de la transferencia de recursos (materiales y simbólicos); que tienen como principal indicador el éxito de las trayectorias socioeducativas de les graduades entendido como inserción profesional y/o transformación de trayectorias de vida, signadas muchas veces por las violencias y carencias propias de la estructura social del territorio.

Medir la inserción de les graduades universitaries y/o las trayectorias truncas (que no por eso dejan de ser exitosas) implica narrar la forma en la que se imbrica el territorio con los paradigmas pedagógicos, los vínculos interinstitucionales, la participación de las organizaciones sociales, las redes de docentes, investigadores y la relación con los otros niveles del sistema nacional de investigación, para delinear, a penas, la complejidad de la trama.

También la inserción de graduades es otra forma de abordar, casi eufemísticamente, la efectividad de las estrategias de despliegue de carreras concretas en su función última; aunque no sólo eso. Porque además es una forma de interesarse por los procesos administrativos, políticos, estatutarios, reglamentarios, etc., cuyo impacto directo es observable a través del seguimiento de las cohortes.

El observatorio de la UNAJ se apoya en la producción y aportes que han realizado experiencias que en este sentido se despliegan en otras universidades. En diálogo continuo y en colaboración la producción de conocimiento sobre la educación superior es un esfuerzo colectivo de largo aliento al que nuestro observatorio pretende aportar un enfoque regional desde el sur del conurbano bonaerense. Cuenta como antecedentes las propias trayectorias de sus integrantes que, desde sus producciones, actividades de gestión y vínculos interinstitucionales vienen aportando a los saberes sobre educación superior a lo largo de las últimas décadas.

 

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